Yo soy negra. Existe el racismo. Lo sé por clases de historia, relatos y quejas de mis padres, abuelos, tíos y otros familiares negros, pero no lo sé por experiencia propia. No estoy diciendo que nunca me han discriminado. Estoy diciendo que ni me di cuenta. Ni se me ocurrió que la razón por la que esa señora decidió no contestarme los buenos días era porque soy negra. Pensé que no me escuchó. Ni pensé que la razón por la que fue tan difícil trabajar en esa sala de hospitalización donde todos los funcionarios de salud son blancos (más bien no negros), era porque yo era negra. Yo solo pensé ser panameña y además negra, con cultura afroantillana pero panameña sobre todo al igual que todos los no tan negros a mi alrededor.
Lo que me ha hecho sentirme diferente a las demás personas es que soy afroantillana y de la Iglesia Episcopal de Panamá. Eso me hace muy particular. Eso me hace elegante, me hace saber que ser una persona distinguida es algo altamente apreciado en mi comunidad y que en las revistas ibas a ser conocido como un “AFRODESCENCIENTE” ejemplar. Existió la clase en la escuela en la que se resaltan “Personajes Afro Panameños en la Historia Contemporánea de Panamá”, eso me hizo pensar que, ¡tengo una ventaja a los otros panameños para resaltar!, como soy negra, hago algo de relevancia y me ponen en una revista y programa de televisión. Soy privilegiada. Me puedo distinguir entre un grupo más pequeño de personas en comparación a todos los otros panameños criollos que tienen el mismo apellido en más de dos provincias.
Son relativamente pocas las familias panameñas que no hayan hecho mestizaje. Eso me quedó claro al estudiar ciencias sociales a nivel escolar. Por eso la idea de que alguien es panameño y blanco, lo veo como una posibilidad, pero es la minoría estadística. Estas familias que quizá tengan menor porcentaje de sangre africana son migrantes que han luchado y evolucionado en el país, comunidades de familias de linaje europeo o asiático. Estadísticamente son minoría. Por tanto, no me parece exagerado pensar que hay negros, blancos y no blancos. Según mi clasificación, los no blancos son los que son mestizos con cualquier tipo de combinación racial y no se identifican como parte de alguna comunidad exclusiva. Ellos no tienen la historia de que sus abuelos vinieron de Italia y desde entonces los demás de su familia son hijos de italiano, tampoco tienen la historia de sus abuelos son de las Antillas y sus hijos se unieron con hijos de antillanos. No, ellos tienen la historia de que su abuela es de Darién y su abuelo de Chiriquí, se mudaron a Panamá y ahora están aquí.
Esa historia de migración internacional a nivel de sus abuelos o bisabuelos no está, por ende, la línea de mestizaje en su familia es larga y explicaría por que no se ven como negros, ya que no ven su piel oscura como la mía, pero no explica por qué se llaman a sí mismos blancos, si no tienen esa piel tan blanca como los europeos. Yo decidí llamarlos, no-blancos y no-negros, o no llamarlos nada, porque no me parece necesario llamarlos algo, somos todos panameños, ¡aquí abunda el mestizaje!
Al final del día atreverse a llamarse a sí mismo afrodescendiente resulta ser una decisión cultural personal, (así es, pienso que ellos deciden cuál es su cultura), porque si le dices a alguien de piel clara que es negro porque su abuela es negra, se ofende. Me toca dejarlos ser y admitir que cada quien encontrará eso que les identifica y formará su propio concepto de cultura. Es como esa historia del patito feo. Se sentía feo entre los patos, pero porque resultó ser un cisne. Pienso que estas personas crecieron inmersos en una cultura que no la misma que corresponde a su aspecto físico y por ende no se consideran como parte de esa comunidad a la que física-genéticamente pertenece. La identificación cultural se inyecta con las tradiciones con las que creciste, no tiene nada que ver con como te ves. Por ende, en concepto de cultura verse negro, no es lo mismo que ser culturalmente negro.
Crecí con muchas comodidades gracias al sudor de mis padres, algunas lágrimas de sudor también. Me eduqué en un buen colegio y me rodearon de buenas personas, me inculcaron valores y me enseñaron que soy una mujer de gran valor en la sociedad. Las personas a las que más admiro me enseñaron eso. Estas son las mismas personas cuyo abrazo extraño cuando estoy preocupada y cuyos consejos busco cuando algo no me suena bien.
Los mayores y mis padres tuvieron que enfrentar la discriminación cara a cara. Ellos demostraron que el estereotipo no tiene nada que ver con ellos. Demostraron que pueden ser profesionales panameños sobresalientes en sus áreas de trabajo y formación académica a cambio de un par de miradas pesadas y comentarios sobre la separación de sus dientes, su cabello afro y su comida de domingo, pudieron alcanzar la meta que se propusieron para llevar el estilo de vida con el que soñaron desde niños. Demostraron que pueden obtener bienes inmuebles de buena calidad y que pueden viajar y comprar cuya herramienta necesiten en el momento en el que lo necesiten. No lo hicieron para demostrarlo, lo hicieron porque querían. Lo hicieron porque lo vieron en la TV o en una revista y dijeron, yo también quiero tener eso. A diferencia de otros luego de ese deseo se hicieron la pregunta: ¿qué tengo que hacer?
Siempre comentan que es una pena que ese señor que ves ahí con el sweater roto cuidando carros tuvo igual o mejores oportunidades que ellos, pero no aprovecharon su tiempo y quedaron así. ¿Será que a ellos les cayeron más pesadas esas miradas, esos comentarios sobre la separación de sus dientes, el color de sus encías, la forma de su cabello y olor de la comida de domingo? ¿Será que esto los detuvo?
Nos detiene nuestra forma de pensar. A todos los miraron y señalaron, pero no todos siguieron adelante ni creyeron que verdaderamente iban a poder vivir como aquella que vieron en TV. Aceptaron que los negros viven así y mueren así. Aceptaron que tener 5 hijos o más viviendo en el mismo cuarto es echar hacia delante. Aceptaron que ya nada se podía hacer.
En cambio, estos otros que decidieron hacer lo necesario para obtener las comodidades que desearon a pesar de las miradas, pero pagaron otro precio. Ellos aceptaron que es mejor ignorar esos comentarios y seguir luchando para distinguir y conseguir lo que es tuyo por derecho. Pero de esos derechos más tangibles, como graduarse por tener buenas calificaciones o recibir salario porque trabajaste. El derecho a ser tratado con respeto fue relativamente ignorado porque pudieron conseguir lo que se propusieron, lo cual permitió que llevaran el estilo de vida con el que soñaron.
El reto de los nuevos jóvenes afrodescendientes debe ir hacia cambiar la mentalidad que nos encapsula en la idea de que es mejor obtener eso que te garantiza vivir bien a pelear por la defensa de la dignidad y otros derechos sociales. Esto se traduce en exigir el precio justo por un servicio ofrecido correctamente. También en ir hasta las últimas instancias de la ley para que se respeten tus derechos patrimoniales o denunciar a ese superior que tuvo el atrevimiento de denigrarte en público o en privado.
Esa historia de que yo hice todo el trabajo y el trofeo se lo llevó otro (no negro), tiene que cambiar. También el relato sobre como una vez abusaron económicamente de mí, pero decidí no poner una denuncia porque no me iban a creer que tengo ese poder económico (por negro). La historia de que mejor lo dejamos así porque nunca se hace justicia (con los negros) y me costará mucho dinero defenderme, TIENE QUE CAMBIAR.
No aceptes el hecho de que tu comunidad haya pasado por una situación injusta antes, en donde no fue escuchada ni se les enseñó que tenían todo lo que necesitaban para superarse y ofrecer a sus hijos un mejor estilo de vida que el que les ofrecieron a ellos a crecer. Lo que debes aceptar es la historia de crecimiento de tu familia. Si comprendes de donde viene lo que tus padres tu ofrecieron, estoy segura a que te inspirarás para hacer lo necesario para superarte. Ese mindset en el que la idea de que defenderte hará más difícil que alcances tus metas porque los demás te van a obstaculizar (por negro) cambiará para ti y tus hijos una vez atravieses esa tormenta.